domingo, 11 de noviembre de 2018

-LA ISLA DE LAS EMOCIONES II.

-DIGNIDAD Y ORGULLO.


Ocurrió una vez en la isla de las emociones, resulta que la dignidad y el orgullo eran muy amigos, siempre estaban y se les veía juntos, eran inseparables y se les veía siempre agarrados de la mano. Un buen día que ambos iban paseando de repente oyeron unos gritos. Al principio no se le dió importancia pero luego resulta se enteraron que eran gritos de socorro, estaban pidiendo auxilio. Fueron a ver que pasaba y descubrieron que era el corazón que estaba enterrado en lodo. Ambos empezaron a discutir si lo mejor era sacarle de allí o dejarle. La dignidad era partidaria de dejarle enterrado allí y lo dijo con toda su retórica, elocuencia, y verborrea, muy dignamente. El orgullo era partidario de sacarlo de allí y lo dijo muy orgullosamente. Como pasba el tiempo y ninguno se ponía de acuerdo y el corazón se estaba hundiendo poco a poco y apenas podía respirar  porque el fango le llegaba hasta la boca, decidieron que lo mejor era consultar al cerebro porque le conocía muy bien y andaban como ellos siempre juntos. No tardaron en encontrarle ya que el cerebro estaba muy cerca de allí y sabía lo que estaba pasando.  Ninguno se imaginó con la sorpresa de que el cerebro sabía que su mejor amigo se estaba hundiendo y no pensaba hacer nada al respecto, solo quedar a mirarle, como se hundía lentamente hasta alcanzar su último expiro. Hasta tanta expectación, el cerebro les contó una historia. Comenzó diciendo que todo el mundo, incluida también las emociones, estaban conectadas por un hilo rojo invisible. Según la leyenda el hilo se podía estirar, pero nunca romper, ya fuera a través de la distancia y el tiempo, sin importar la edad. A lo que añadió el cerebro, que a la leyenda le faltaba por decir, que el hecho de estar conectados y unidos por ese hilo, no implicaba estar atados. Así les contó el cerebro que no pensaba hundirse con el corazón en su propia mierda, que una cosa era seguirle a todas partes, como buen amigo y samaritano que era, y otra era hundirse con el en su propia mierda, vamos que por ahí no pasaba. Ya le había advertido un millón de veces, y nada, ni puto caso. Que si se quería hundir sería solo, no acompañado. La dignidad estaba de acuerdo con el cerebro, pero el orgullo no, entonces se separó de su amigo y decidió que lo mejor y lo más correcto era salvar al corazón.  La dignidad se puso entonces muy digna con su amigo, y se largo de allí muy dignamente. Se dice que la dignidad y el orgullo iban juntas a todos lados, pero desde aquel día no se las ha vuelto a ver juntas, por eso la dignidad y el orgullo, van siempre separadas.