sábado, 5 de abril de 2008

INVASORES DE UTOPÍAS

¿Quién dijo que las utopías no existen?, ¡pues es verdad! Quien lo dijera tenía razón, las utopías no existen, pero existían. Ahora mismo voy a relatar una prueba de ello, y al final, vuestras ideas, ya no serán vuestras, sino mías... porque yo os la habré arrebatado, como en la historia que ahora mismo os voy a narrar, comencemos mi historia o la vuestra...


Era un día cualquiera, yo iba paseando por el parque, era de noche, no había ninguna estrella, de pronto algo me cegó los ojos. Había oído muchas historias de extraterrestres, tantas, que os puedo asegurar por lo que más quiero, que aquella noche viví una experiencia muy distinta a las historias o relatos que había escuchado, y ahí va mi relato. Después de aquella lúz cegadora, me encontré en una nave, de pronto me imaginé que los extraterrestres vendrían a hacerme cosas, pero no fue así, en su lugar aparecieron los tripulantes de la nave, y no tienen nada que ver con los extraterrestres de los cuentos, estos eran normales, eran humanos como yo, la única diferencia más inteligentes y adelantados. Cuando les vi llegar, se acercaron a mí, yo seguía con mi loca idea de abducciones, pero ellos en su lugar, después de inspeccionarme de arriba abajo, uno que debía ser el jefe me dijo:


–¡Bien venidos a bordo! ¿cómo te llamas?.


–Glo-Glo-ria.–Dije tartamudeando.


–Has venido al lugar ideal y en el momento adecuado. Estamos haciendo un experimento, y has sido seleccionada para probarlo. Vas a ser el primer humano controlado por nosotros. ¿Alguna pregunta?.


–¡Sí! ¿cómo se sale de aquí?.


–¡Qué graciosa! Respuesta equivocada.


Lo último que recuerdo, fue esa frase salida de sus labios. Cuando desperté me hallaba en una habitación muy lujosa y ni rastro de ellos. De pronto empecé a intentar forzar mi memoria para recordar exactamente lo que había pasado pero nada no conseguí recordar absolutamente nada. De pronto apareció él y me dijo:


–¡Vístete corriendo porque tienes una sorpresa!.


De pronto aparecieron para mi sorpresa mis padres, no recordaban absolutamente nada como yo, sólo sé que nos alegramos de volver a vernos. Lo que nos habían hecho, tanto a mis padres como a mí, fue arrebatarnos de la memoria todo aquello en lo que habíamos creído, nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestros sueños... en una palabra toda una vida, para convertirnos en juguetes de ellos, pero una cosa sí que es cierta, nunca nos pudieron arrebatar la esperanza.








FIN.

No hay comentarios: