martes, 8 de abril de 2008

LA LEYENDA DEL CAÑÓN DEL RÍO LOBOS.

–CAPÍTULO I.

Os voy a contar ,algo, que me ocurrió en verdad.
Yo estaba una noche paseando,
de pronto, vi a lo lejos una mujer en el lago.
Era de una extremada belleza,
tan blanca y pura como la luna.
Al instante prendado de ella quedame.
Ella me descubrió,
su tez sonrosada se ruborizó.
¡Dime caballero!, ¿a dónde vas, vos?.
Quisiera poder conoceros,
ir detrás de ti y en pos.
La luna, esta noche brilla.
Ven conmigo, te llevaré a casa y te daré cobijo.
¿Dónde vives bella dama?.
Vivo por allá cerca de la montaña.
¿Y está usted sola?.
No se preocupe,
vivo con mi familia,
con mis abuelos
y con mi tía.
¿Alguna vez te han dicho
que eres una bella dama?.
Todo el mundo
que vive en la montaña.
Ven conmigo,
te llevaré a mi casa
y te daré cobijo,
abandona las montañas
y vente a vivir conmigo.
¡No puedo noble caballero!
me gustaría,
pero tengo un secreto.
¿Y no piensas contármelo?.
De pronto, mi mano resbaló,
y pude sus pechos notarlos.
Su corazón palpitaba,
y enseguida mis manos,
se pusieron a temblar al tocarla.
Aquella bella dama, y yo,
por el embrujo
nos dejamos llevar.
La pasión nos envolvía
nuestras miradas
no se podían apartar,
en el uno y en el otro
las teníamos clavadas,
y nuestros cuerpos
se podían rozar,
sentir en aquel momento
el fuego,
fue motivo
para dejarse llevar.
Ambos nos deseábamos,
y no lo podíamos evitar,
nuestros cuerpos se fundieron,
y llegamos hasta el final.
Nos dejamos vencer por el deseo,
y nuestra unión,
se pudo consolidar.
























–CAPÍTULO II.
Al terminar de hacer el amor,
Ella tenía mucha prisa
Y se marchó,
Sin dar ninguna explicación.
Amanecía,
Salió el sol,
Entonces ella cogió su caballo
Y de mí se despidió,
No sin antes decirme
Que nos volveríamos a ver
Cuando se pusiera el sol.
Ella besó mis labios
Y os puedo asegurar
Que como yo la amo
Ella siente lo mismo
Aunque le cueste admitirlo.
Sigilosamente de ella me separé,
Y seguí por el mismo camino,
Amaba a esa mujer
Y os lo digo
Nunca sentí por alguien
Cosa semejante,
Ni siquiera nada parecido
Por una mujer.
Ella es como el rocío,
Que al despertar una nueva aurora
Está ahí,
Al lado mío
Sintiendo su calor,
Sintiendo su cuerpo,
Siempre cerca mío
Donde sólo
Hay cabida para el gozo,
Donde no existe,
El dolor y el sufrimiento,
Sólo hay cabida para su amor,
Que satisface
Todas las noches mi deseo.











–CAPÍTULO III

Así otra nueva noche,
la volví a ver,
hicimos el amor como siempre,
y como siempre,
al final se tuvo que marchar.
No me daba explicaciones,
y empecé a sentir curiosidad,
me dejé llevar por los celos,
creía que tenía un marido en secreto.
Me armé de valor,
entonces cogí mi capa,
y cuando se marchó,
la seguí con mi mirada.
Dejé pasar unos minutos,
y me fui por donde ella,
se había ido.
Seguí a su caballo,
por las pisadas,
y me escondí en un escondrijo,
fuera de todas las miradas.
Entonces la ví,
a una gruta entraba,
estaba dentro de un cañón,
cerca de un río,
que por allí pasaba.
La ví entrar,
pero no salir,
entonces me preocupaba,
entré al cañón, y allí
sólo una jauría de lobos se hallaba.
Entonces vi para mi horror,
que ella no estaba,
pero en su lugar,
un cadáver había,
entonces por la mente se me pasó,
que ella había sido devorada,
me dejé llevar por el terror,
y sin pensarlo,
una flecha disparaba.
A una loba le tocó,
y cayó herida,
junto mía.
Entonces se transformó,
por arte de magia
en mi amada y querida.
Entonces me dí cuenta,
demasiado tarde,
que ese era,
el terrible secreto que ocultaba.
Por la noche, era una bella dama,
con la que hacía el amor,
y una feroz loba por el día.
Ella en mis brazos,
herida caía,
sólo pudo en el último momento,
decirme,
que a pesar de todo me quería.
Un terrible dolor,
sentí en mi corazón,
había descubierto,
que yo también la quería,
pero esto aquí no acabó,
un fiero lobo,
encima mía se abalanzó,
y caí encima suya.
Así acabó nuestra trágica historia,
morimos por amor,
ese fue el precio de la justicia,
que a veces como el amor,
es ciega.

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